lunes, 21 de mayo de 2012

El cuadro que vino del mar

El segundo relato de la iniciativa "Dame, doy, ten y yo lo transformaré". 
Gracias Larisa Hancu por tu cuadro. ¡Artista!
Aquí dejo lo que salió de mirarlo y mirarlo.







Era azul, como el mar. Siempre le contaron que había venido de allí, de donde se forman las conchas y bucean los cofres de tesoros. Y él se lo creyó porque todavía llevaba chupete y las historias eran sagradas cuando venían de una octogenaria que había sobrevivido a tres guerras.

Tras más de veinte años, el pueblo había cambiado. Muchas casas habían desaparecido, otras estaban abandonadas. El panadero sólo pasaba tres veces por semana y la orilla del río estaba siempre vacía.
Erostes ya sólo tenía atardeceres solitarios, y era el tren el que traía un poco de vida a sus escasos habitantes.

El cuadro que vino del mar se convirtió en una leyenda, y ya nadie en el pueblo lo recordaba.

Un día regresó a buscarlo. Le costó tres noches y cuatro días. Rebuscó entre los escombros y al final lo encontró enterrado entre los restos de una chimenea. Le dijeron que creían que era la casa de Aurora, que murió de vieja hacía años sin que sus hijos volvieran a verla. Se lo habría dado Petra, o Simona, o Gabriela. Al final se había convertido en un pequeño tesoro que iba de casa en casa para que todos pudieran disfrutarlo.
- Lo encontré. Encontré el cuadro que vino del mar- le dijo a uno de los ancianos que quedaban en la plaza del pueblo y lo miraba con atención mientras le quitaba las cenizas.
-Eran las habladurías de las mujeres, siempre les gustaba andarse con misterios. Pero aquí no hay mar muchacho. Está muy lejos.
Sin embargo él sabía que si lo había. Su abuela contaba que lo encontraron en la orilla y que cuando lo tocaron sintieron algo muy especial. Lo trajeron al pueblo y la gente, al reunirse para verlo, decidió que podía adornar cada casa, que podía guardar cada hogar. Así que estipularon que cada una lo guardaría un mes entero y se lo pasaría a la siguiente.
Su abuela  nunca le había dejado tocarlo: Eres demasiado pequeño hijo mio, le decía, te puede hacer ver cosas que no entenderías.
Ahora ya era mayor y quería saber que era lo que pasaba. Lo metió en su coche y se despidió de los pocos aldeanos que lo miraban con nostalgia. Puede que fuera sólo una leyenda, pero él tenía una pared muy luminosa que podía albergarlo. Si era necesario, lo ofrecería a sus amigos. Al final, quizá sólo consistía en eso. En algo que compartir. En algo en que creer.




3 comentarios:

  1. Eloise, me encanta la historia, el matiz de verdad perena hacia la que confluyen los hombres con corazones puros.Es exactamente esto lo que pongo en mis cuadros-el recuerdo de lo que todos supimos.Aspiro a pintar como lo hacían los artistas tradicionales, hace miles de años, los que construyeron los templos, los sanctuarios y los catedrales.Ellos sabián y creaban para un publico que sabía.Es necesario aliarnos para difundir el mensaje.Gracias.

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  2. escribo sobre esto mismo en mi blog http://larisahancuartemistico.blogspot.com.es/

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  3. Precioso el cuadro y bonita la historia... ¡siempre encuentro nostalgiaaaaa! Un beso morenaaa

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