jueves, 10 de noviembre de 2011

Pintando el mundo


No tenía nada a lo que aferrarse, nada por lo que permanecer más tiempo en este mundo de los vivos; sin embargo este mundo le gustaba. Le gustaba observarlo, sentirlo, llenarse de él. Caminar por los parques, mirar al cielo entre las ramas de los árboles, sentarse a hacer compañía a los ancianos que descansaban en los bancos, abrir la puerta a la gente en las cafeterías, esperar en las lavanderías; ver la nieve caer sobre parejas en la calle, escuchar las risas, ver las sonrisas, los gestos, las muecas; sentir las palabras que se susurraban, las caricias de las madres a sus hijos, los abrazos entre amigos...
Palpitaba su pequeño corazón cada vez que sus sentidos le proporcionaban algo sobre lo que dibujar. Y es que no podía no hacerlo. Siempre con un cuaderno y un lápiz, siempre con los dedos un poquito negros, siempre con esa mirada concentrada para no perder un trazo, para no dejar escapar un sentimiento reflejado en papel.
La única constante era aquel pajarito que cada mañana se posaba en su ventana y esperaba a que ella abriera el cristal recubierto de hierro y con esa delicada mano, casi siempre envuelta en un guante de lana roja porque la calefacción no funcionaba, le diera unas migas de pan.
Desayunaba en cafeterías distintas, aunque en muchas ya le conocían. No por su nombre, o por su apenas audible voz, sino porque nunca se quitaba esos guantes de lana rojos hasta que había pasado un buen rato y porque siempre llevaba un tocado del mismo color con un encaje negro en forma de circulo, y porque acompañaba el té de 4 pastas que se iba comiendo migaja a migaja con una parsimonia relajante.

A veces era casi invisible. La gente pasaba a su lado pero no la veía, sólo la sentía. Sentía algo tan profundo, tan arraigado, que incluso hacía daño. Otras veces le sonreían o le miraban con extrañeza. Se movía con sigilo, como si no quisiera hacer ruido. Y cuando la tocabas tenía la piel tan blanca que parecía transparente.

Ella sentía el mundo. Lo sentía y lo pintaba.

Puede que la veamos algún día en un banco del parque, o sea esa chica que nos cruzamos en la calle y no sabemos porqué pero nos hace girar la cabeza. Puede que sea la que nos sonríe cuando se nos cae algo, o la que ayuda a un señor ciego a no perderse entre los coches. Puede que seamos nosotros.

Quizá un día, tengamos que hablarle.









7 comentarios:

  1. Oh!!!!!! me encanta! Voy a buscarla! o a buscarme... ;)

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  2. CReo que podría enamorarme de ella :)

    Besazos enormes.

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  3. Qué bonito Elo. Tan bonito como pintar el mundo del color de nuestros sueños.
    Cris

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  5. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  6. Preciosa historia y la banda sonora parece creada para acompañar a este texto. Saludos y gracias por compartirlo con nosotros.

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    1. Me alegro que te guste Mork! a veces hay cosas que "casan" sin saberlo! ;)

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